El Covid-19 causó multiplicidad de consecuencias en la vida de las personas. A continuación van tres notas que escribí y comparto con Ustedes.
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Esta pandemia a nivel humano impactó en la vida, salud, familia y trabajo de las personas. Fue muy dañina. De repente nos trastocó la vida.
Este fenómeno nos dejó muchas pérdidas en pocos meses: seres queridos que ya no están y otros que están enfermos, que ojalá la ciencia médica los ayude a curarse.
Otra dimensión perjudicial de la pandemia fue y es la pérdida de empleos. Son 300 millones de puestos de trabajo a nivel global que quedaron por el camino en cuatro meses. Detrás de ellos había personas y sus familias, que resultaron conmocionadas y desamparadas.
Desde mi lugar expreso mi solidaridad y acompañamiento, y mi fuerza para que reconstruyan su vida personal, familiar, laboral y social. La resiliencia de la persona es un factor clave. Pareciera que todo está perdido, pero la vida nos enseña que siempre hay una oportunidad para renacer y reconvertirse. De las crisis se sale fortalecido, con una espiritualidad renovada.
En esta tarea de recomposición, los gobiernos tienen que ser protagonistas, activando planes de ayuda social, prestaciones de seguridad social y dando apoyo económico a las empresas para que recompongan su actividad económica y así vuelvan a generar empleo. De esta forma el tejido social dañado por la pandemia se reconstruirá. ¡Hay esperanza!
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La OIT corrigió sus datos preliminares y afirmó que en el segundo trimestre de 2020 la cantidad de horas trabajadas en todo el mundo disminuyó un 14%, equiparable a la pérdida de 400 millones de puestos de trabajo a tiempo completo. Llevará años la recuperación de empleos, pero la humanidad siempre superó las crisis con medidas solidarias y mucha fuerza interior de las personas con foco en que se puede. La realidad será distinta, pero más temprano que tarde, nos vamos a adaptar.
Otro aspecto para medir y vencer es la práctica del encierro obligado por la pandemia. El ser social de cada persona se vio severamente restringido. De a poco con el reintegro pautado a nuestras actividades presenciales con respeto de las medidas sanitarias, recuperaremos la interacción cara a cara en grupos reducidos, que tanto nos enriquece y aporta gotitas de felicidad.
Al final del día, la pandemia no nos quitará la felicidad personal, que luego la derramamos en la familia, en los amigos, en el trabajo y en cada grupo social en el cual interactuemos.
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Está viniendo el tiempo de tomar contacto con la nueva realidad pospandemia. No va a ser la habitual a la que estábamos acostumbrados a vivir antes de ella. Nuestro estado natural más vívido y presencial, ha mutado hacia un mundo virtual más dependiente de las tecnologías de la información (TICs). Mucho más uso de internet, redes sociales y en particular de los chats instantáneos. Somos más tecnológicamente dependientes y menos interpersonales dependientes. Es una ilusión el llamado derecho a la desconexión.
En estos 5 meses de pandemia nos acostumbramos a esta nueva realidad ¿Podemos revertirla? ¿Y si hubiera un apagón tecnológico? ¿Tenemos un plan B? Con la pandemia activamos un plan alternativo porque teníamos TICs. Y si no, ¿que hubiéramos hecho?
A lo que voy es que cada vez más estamos metidos con la tecnología en nuestras vidas en todas sus dimensiones (persona, familia, trabajo, sociedad) y vamos poco a poco subvalorando el contacto presencial rico en experiencias humanas productivas.
¿Cuántas horas al día nos lleva la realidad virtual a expensas de la realidad presencial? La primera está ganando y hay una clara ruptura del equilibrio entre ambas. Tendríamos que hacer el esfuerzo por restablecerlo para ganar felicidad. La rueda que alimenta a esta última no se puede detener y que ello no ocurra depende de nosotros.