La realidad nos enseña que el avance tecnológico en todas las áreas productivas y de servicios es inevitable y cada vez más vertiginoso. La automatización, la digitalización, la inteligencia artificial y la robótica están en permanente avance. El impulso por producir más y mejor, y a un menor costo, lleva a una incesante competencia global entre las empresas por incorporar nuevas tecnologías (*).
El avance tecnológico de alguna manera tiene un lado negativo, en tanto implica una reducción de los puestos de trabajo. La experiencia indica que si bien la incorporación de nueva tecnología crea nuevos puestos de trabajo, lo hace con retardo, y en un menor número de los que elimina. Estos nuevos puestos son distintos, y para asumirlos, se requiere una más alta calificación.
Todos sabemos que la eliminación de puestos laborales tiene efectos individuales, sociales y económicos muy perniciosos para la sociedad. La pérdida del trabajo podría generar en las personas efectos tales como desmotivación, depresión, afectación en la salud en general, entre otros. Esta situación recarga los sistemas de salud y de protección social, los que aumentan sus egresos y disminuyen sus ingresos por pérdida de cotizantes.
La seguridad social en su conjunto va a estar en serios problemas para afrontar sus egresos en prestaciones sociales, ya que sus ingresos van a mermar por pérdida de afiliados cotizantes. El erario público asumirá este déficit a costa de los ingresos de la producción, pero preocupa que esto no puede ser para siempre, y allí es donde deben realizarse reformas al sistema de prestaciones, con altos costos sociales y políticos.
Y aparte de esto, millones de trabajadores en el mundo que quedan sin trabajo por la tecnología, y no son recolocados, son consumidores que desaparecen del mercado. Las preguntas que surgen, entre otras, son: ¿el mercado no se sobreabundará de productos, que no podrán comprar los desempleados? ¿A quién le venderán sus productos las empresas si millones de compradores humanos quedarán desplazados del mercado? Está claro que los robots no consumirán y no podrán dinamizar el mercado.
El avance tecnológico no se va a detener. Las nuevas tecnologías seguirán su camino dado que implican un aumento de la productividad, y con sus múltiples prestaciones, hacen la vida más sencilla a las personas y las empresas, que ahorran tiempo, costos y energías respecto de actividades que antes eran manuales, repetitivas y presenciales. Pero a su vez, esta tecnología superior no puede llevar a que una parte importante de las personas pierdan en forma irremediable su empleo, y queden fuera del mercado laboral. En la realidad, se verifica una permanente tensión entre la incorporación de nuevas tecnologías y la supresión de puestos de trabajo.
Ante este fenómeno: ¿Qué deberíamos hacer en Uruguay?
En mi opinión, es impostergable que se instale un ámbito de diálogo a nivel macro y sectorial entre los actores sociales y el gobierno. El objetivo debería ser hacer un mapeo de los puestos de trabajo que pueden dejar de existir por la incorporación de nuevas tecnologías. A continuación, se debería trabajar en el diseño de políticas activas de empleo, que incentiven la creación alternativa de puestos laborales, y la recalificación profesional de las personas en las nuevas áreas de trabajo que se creen. Como dijimos en una nota anterior, una Ley decidió retacear recursos del Fondo destinado a la formación y recapacitación profesional, y destinarlos a un Fondo de Insolvencia Patronal, totalmente improductivo, que no produce réditos sociales.
Se hace necesario analizar el futuro cercano, y no dejarse avasallar por el avance tecnológico. Es imprescindible estar preparados para mitigar los efectos que el mismo está generando ahora sobre el empleo y lo que va a producir prontamente. Si se comienza a trabajar una vez que la tecnología se introduce, se corre el riesgo de llegar tarde, y no poder atender en forma inmediata este problema. Por esta razón, todos los actores sociales y el gobierno, deberían estar atentos y monitorear el mercado tecnológico, con el fin de informarse qué es lo que está por venir, y cuál sería el impacto en el empleo.
Si este diálogo social bien amplio no se inicia con premura, el avance tecnológico nos va a sorprender y superar, y el empleo se va a resentir en forma significativa. Para que esto último no ocurra, se necesita que el diálogo social sea persistente, innovador e institucionalizado a todos los niveles, de manera que permita realizar una planificación sistemática para el encare del avance tecnológico en el campo de las relaciones laborales.
En Uruguay, el diálogo con estas características, no está ocurriendo, más allá de algunos eventos académicos puntuales, que se limitan a hacer un diagnóstico de lo que se viene, pero todo queda allí. En el año 2015 se instaló el diálogo social llamado Uruguay al futuro. En las seis mesas de diálogo abiertas, no hay ninguna que refiera en forma específica a las relaciones laborales, y en particular, al impacto de las nuevas tecnologías sobre el empleo.
La negociación colectiva es uno de los ámbitos para pensar y trabajar en este tema, mediante la instalación de Comisiones bipartitas sectoriales, que analicen el impacto de la nueva tecnología en el empleo e implementen acciones para mitigar sus efectos. En los ámbitos de negociación colectiva tripartita (Consejos de Salarios) hay una muy escasa referencia a este tema.
Los actores sociales deberían actuar en forma coordinada con los organismos públicos y privados especializados. Estamos pensando en la creación de una Comisión macro con representantes de la Dirección Nacional de Empleo, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional, las Cámaras de Tecnologías de la Información y la Digital y otras Cámaras expertas, la Central Sindical y la Academia.
Esta Comisión debería proveer los insumos de información respecto de los avances tecnológicos que se vienen. Y con este material, debería realizar un diagnóstico global y sectorial, y diseñar un plan de acción de formación profesional para los nuevos trabajadores, y de recalificación para los trabajadores que podrían perder su empleo.
El tiempo para comenzar a trabajar es ahora. Parecería que en los tiempos actuales de Uruguay, la política y las próximas elecciones de octubre/noviembre 2019 se roban la atención. Luego viene la siesta veraniega y la asunción de un nuevo gobierno en marzo 2020 y allí entonces se comenzará a pensar y planificar sobre el impacto de las nuevas tecnologías sobre el empleo. Todo esto es parte de nuestra cultura de correr detrás de los cambios y no anticiparse para cuando éstos se produzcan.
(*) Síntesis de la ponencia enviada al Foro mundial sobre el Futuro del Trabajo, realizado en la OIT (6 y 7 de abril de 2017). Le introduje algunas actualizaciones y cambios.